El cuerpo es una construcción personal que necesita del contacto interpersonal. Y son las percepciones propias y las sensaciones en este vínculo las que van haciendo emerger al cuerpo como la construcción de una unidad. Ahora bien, en esta construcción juegan un papel primordial la calidad y las cualidades de esas percepciones. Y en este sentir diverso va apareciendo una continuidad que se esboza primero y se constituye después como la unidad de sí mismx.
Acompañar esa construcción es una responsabilidad que, como en otros temas de la crianza, tiene espacio para las imperfecciones propias de lo humano, pero requiere de una cierta consciencia de la tarea (e idealmente algunos conocimientos que nos guíen). Y este acompañamiento lo hacemos durante toda la primera infancia de nuestrxs hijxs, pero tenemos especial incidencia durante los primeros meses, en los cuales, como forma de cuidado, manipulamos con mucha frecuencia el cuerpo de nuestrx bebé.
Venimos de una concepción tan ajena a la realidad de lo que es un bebé, en la que se concebía incluso que a un/a bebé se le operara sin anestesia. Y esto tiene que ver con una falta absoluta de comprensión y una tremenda confusión según la cual la falta de percepción de integridad y la imposibilidad de obrar por inmadurez, implicaría una falta de marca, una ausencia de impronta presente y futura, e incluso de humanidad como merecimiento de cuidados. Y si bien en las últimas décadas se ha ido abriendo una mirada muy diferente, que habla de la importancia del cuidado en estos años fundantes del “sí mismx”, todavía se entra en diálogo con la antigua concepción y a veces (de una forma mucho menos radical), se la pone en juego en forma de manipulaciones sobre el cuerpo del bebé con maneras que no aceptaríamos sobre otros cuerpos.
Pero, además, desconocemos cuestiones tan fundamentales sobre su desarrollo como que no necesitan aprender a moverse sino madurar, experimentar y desplegar su capacidad de movimiento. Y esto también nos lleva a actuaciones poco adecuadas.
Las y los bebés nacen inmaduros, mucho más que las crías de otras especies. Y esta inmadurez implica que durante los primeros meses se considera que están en un período de exterogestación. Durante este periodo el bebé forma parte de una unidad dual con la persona que ocupa la función materna, y tiene una gran dependencia de esta persona para poder sobrevivir. El vínculo apego juega un papel primordial en esta etapa y mucho se ha escrito sobre esto, aunque nunca está de más recalcarlo. Pero creo que hay menos información (o tal vez menos alcance de esta información), sobre cómo influye en el desarrollo del bebé (y del infante futuro) la manera en que manipulamos su cuerpo durante los cuidados cotidianos.
La forma en la que accionamos sobre el bebé, sobre todo las formas repetidas, dan lugar a estas percepciones que, tal y como decía al inicio, se incorporan a la construcción del sí mismx (self). ¿A qué me refiero con esta manipulación? Me refiero a la manera de tomarlo en brazos, a la forma de trasladarlo, a la manera en la que le cambiamos el pañal y la ropa. ¿Tenemos en cuenta, en esos momentos, cómo son sus percepciones internas?
Una de las cuestiones es comprender que cada bebé necesita construirse como unidad, por tanto ha de tener sensaciones que, a través de la continuidad, le permitan percibirse y construirse de esta manera. El hecho de tener algunas regularidades, de percibir ritmos, y sobre todo de ser cuidadx de forma previsible por uno o dos cuidadores principales, ayuda mucho a estas percepciones.
La segunda guía, es algo primordial en el desarrollo psicomotriz, que es equilibrio. El equilibrio es una sensación interna, subjetiva, que posibilita, desde la sensación de seguridad, la experimentación del movimiento y por lo tanto la sensación de capacidad. Y está muy ligado a conseguir el control corporal, y la sensación de tener las riendas de las acciones propias. Los traslados rápidos, y todo aquello que es repentino y brusco, desestabilizan al bebé y le hacen sentir desequilibrio. Y si se trata de formas de hacer continuadas, esto se convierte en una sensación de inseguridad genérica.
Y el otro de los grandes cuidados es el de la iniciativa del bebé. Si el cuerpo de un/a bebé es manipulado sin dejar espacio a su iniciativa, como si fuera un cuerpo inerte, así se irá construyendo en su percepción. Si en cambio ponemos mirada a su iniciativa y entramos en un diálogo de cuerpos, si somos capaces de entender que su atención necesita ser respetada para ir creciendo, para ir desplegándose, entonces nos costará menos ver desde donde establecer este diálogo, cómo nos toca llamar su atención suavemente a la hora de un cambio de pañal, por ejemplo, y cómo podemos respetar sus movimientos a la hora del cambio de ropa. Y como nos toca, también, adaptarnos a su particular forma de percibir aquello que pasa, su particular sensibilidad.
Todo esto, evidentemente, necesita articularse con la aceptación y la atención que garantizan cubrir su necesidad de amor nutritivo, además de todos los otros cuidados básicos. Unos y otros forman un pack, y son importantes en conjunto, como una manera de ir acompañando el desarrollo desde el respeto.
La actitud que nos permite ir intuyendo las sensaciones de nuestrx bebé es, como siempre, la presencia. Desde aquí podremos entrar en un diálogo. Y el tiempo… Cada vez que las prisas toman protagonismo el respeto disminuye, y no son pocas las veces que desde la prisa pasamos por alto las sensaciones de un/a bebé. Pero además de la presencia como actitud, y de disponernos a transitar la vida de forma tranquila cuando acompañamos a un ser en construcción, tener informaciones que nos permitan trasladar a lo práctico el acompañamiento respetuoso es también importante, porque no se trata sólo de lo que no hacer, sino sobre todo de cómo sí entregarnos a un diálogo con nuestrx bebé, que a la vez que acompaña a nuestrx hijx, nos transforma.